jueves, 10 de septiembre de 2009

Pronunciamiento público

MANIFIESTO POR LOS DERECHOS HUMANOS

Por la defensa de los Derechos Humanos, contra la violencia y la desigualdad social.

Las diferentes organizaciones de la Comuna 6 de Medellín: Asocomunal, Junta Administradora Local, las Mesas de Trabajo, Plan Desarrollo Local, líderes, organizaciones sociales y la Alcaldía de Medellín nos unimos en un proyecto por la VIDA y en un MANIFIESTO POR LOS DERECHOS HUMANOS así:

1. Que la vida sea respetada como derecho fundamental y como lo más sagrado de nuestra existencia.

2. Que los niños y jóvenes no sean utilizados en el conflicto, ellos tienen el legítimo derecho de sonreír y abrazar la ternura.

3. Que los hijos entierren a sus padres de viejos y en tranquilidad y no al contrario; que nuestros padres no entierren a sus hijos.

4. Que podamos expresarnos y denunciar los hechos de violencia sin morir en el intento.

5. Que no existan ni se repitan las masacres, los desplazamientos, las amenazas, las torturas, las desapariciones, los homicidios, y los ríos de sangre que hemos vivido en nuestra Comuna 6.

6. Que se sepa la verdad, que haya justicia, y exista reparación y compromiso de no repetición.

7. Que exista igualdad ante la ley pero sobre todo ante la vida.

8. Que todos somos hermanos, que soñamos con una comuna libre, en paz y sin violencia, donde se respete los derechos humanos, donde haya oportunidades para todos y donde haya igualdad social.

9. Que la solidaridad esté presente ante todos y todas y que “somos pájaros de una sola ala y que nos necesitamos para poder volar”.

10. Que, una vez más, declaramos nuestra comuna un territorio para vivir dignamente.

MESA DE DERECHOS HUMANOS Y CONVIVENCIA DE LA COMUNA 6

“NI UN MUERTO MAS EN MI COMUNA”

FIRMAS:

NOMBRE ORGANIZACION

miércoles, 2 de septiembre de 2009

martes, 1 de septiembre de 2009

Personería de Medellín sin delegado de ddhh

Personería de Medellín se quedó sin Delegado para los Derechos Humanos

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Oficialmente se conoció que el Personero de Medellín aceptó la renuncia de Jorge Ceballos.

Las contradicciones políticas y administrativas con el Personero de Medellín, Jairo Herrán Vargas, llevaron a que el Personero Delegado para los Derechos Humanos, Jorge Ceballos, ratificara este lunes su renuncia, presentada desde el pasado 20 de agosto, y solicitara expresamente su aceptación.

Tales razones fueron expuestas este lunes durante una rueda de prensa ofrecida por Ceballos en la sede de la Unidad Permanentepara los Derechos Humanos (UPDH), donde estuvo rodeado de sus más inmediatos colaboradores, con quienes trabajó desde el 17 de enero de 2005, cuando se creó esta dependencia en convenio con la Secretaría de Gobierno de Medellín y adscrita a la Personería de Medellín.

Si bien en reciente entrevista con la Agencia de Prensa IPC, Ceballos fue enfático al señalar que detrás de su renuncia “había intereses oscuros” de algunos sectores que no tenía identificados, la verdad es que durante el diálogo con los periodistas dejó claro que quien presionaba su salida era justamente su jefe, el Personero de Medellín.

El origen de las presiones lo tenía tan claro esta vez que cuando uno de los periodistas le preguntó si renunciaba al cargo porque sentía que ya no era un buen complemento del Personero de Medellín, su respuesta fue categórica: “Afírmelo así”.

Pese a las expresiones de apoyo provenientes de organizaciones no gubernamentales defensoras de derechos humanos, tanto locales, regionales como nacionales e internacionales, que solicitaron la no aceptación de la renuncia, Ceballos insistió en solicitarle al Personero de Medellín su aceptación, sustentando su decisión en la forma cómo se manejaron las relaciones entre la Personería y la Coordinación de la UPDH.

Y es que la situación entre ambos funcionarios se había fracturado desde el comienzo del segundo periodo de Jairo Herrán Vargas, justo cuando fue ratificado por el Concejo de Medellín para un segundo periodo a comienzos del 2008; además, las relaciones se habían agravado con el tiempo, al punto que, según Ceballos, la comunicación entre ellos estaba afectada en los últimos seis meses.

En sus explicaciones, el funcionario dimitente se refirió a esas diferencias como “contradicciones internas y administrativas con el señor Personero”, que se comenzaron a afectar cuando ambos fijaron posiciones contrarias sobre algunos temas sensibles para la ciudad.

Un ejemplo de esas diferencias lo representa la visión sobre la medida de toques de queda barriales, tomada por las autoridades locales en las últimas semanas. Ceballos considera que es una decisión excepcional que atenta contra varios derechos básicos de la ciudadanía y rechazó tajantemente la determinación; mientras que Herrán Vargas prefirió, antes de objetar la misma, abrir un compás de espera para evaluar sus resultados, principalmente en materia de protección a los derechos de la niñez.

Pero no sólo hay diferencias de enfoque sobre este tipo de temas. La distancia entre los dos funcionarios llevó a que el manejo de las políticas para la población LGBT (lesbianas, gays, bisexuales y transexuales), el desplazamiento intraurbano y la infancia y adolescencia estuviera bajo el control del despacho del Personero de Medellín, cuando históricamente estaba bajo el control de la Unidad Permanente para los Derechos Humanos, que coordinaba Ceballos.

“Uno observa allí un desplazamiento sobre algunas funciones clásicas de la Unidad, eso se percibe, y percibo el mensaje que, aunque no es explícito, es implícito”, precisó el funcionario dimitente, y ante la pregunta de uno de los periodistas sobre si le pidieron la renuncia con mensajes subliminales, no vaciló en responder que sí y agregó: “según lo interpreté, él quería que yo me fuera”.

Otro de los aspectos que gravitó durante la charla con los periodistas fue el de los protagonismos políticos, asunto que ronda la decisión de Ceballos y, al parecer, la actitud del Personero de Medellín.

“A veces me duele ese asunto de los protagonismos”, afirmó Ceballos, consciente de que su tarea al frente de la coordinación de la UPDH durante los últimos cinco años y medio y la eficiencia de su grupo de trabajo convirtió esta dependencia en fundamental para la ciudad y el departamento, y es considerada una de las fuentes más confiables por organizaciones no gubernamentales extranjeras como la norteamericana Human Rights Watch.

Sin ninguna prevención al respecto, Ceballos admitió esa valoración y dijo, no sin antes aclarar que era una inmodestia, que “tengo que reconocer que la parte se volvió más importante que el todo”, en una cifrada alusión al conjunto de la Personería de Medellín, que constantemente se ve opacada por las labores de la UPDH.

En su carta de ratificación de la renuncia, Ceballos dejó claro que había cumplido un ciclo y afirmó que a través de su labor le supo responder a la ciudad, “como funcionario publico, defensor de los derechos y coordinador y animador de un equipo de trabajo que con inteligencia, convicción y esfuerzo se comprometió con una causa desde una dependencia en la que más que ocupar un empleo se adquiere un compromiso social”.


Ya de manera más informal, Ceballos expresó su preocupación por las contradicciones que suscita el trabajo de la UPDH y abogó para que no se cumpla el vaticinio de Human Rights Watch, que en diálogo con la Agencia de Prensa IPC manifestó el temor de que este tipo de problemas debilite el trabajo de defensa de los derechos humanos en Medellín, justo en el momento que más se necesita.


Tomado de www.ipc.org.co

¿La seguridad justifica todo?

Por

Jorge Mejia Martinez

Jorge.mejia@une.net.co

No sé qué pensar de lo siguiente: conocimos por uno de los canales de TV locales, que el señor Alcalde de Medellín se reunió el día 20 de agosto con miembros de las bandas o combos que actúan en la comuna 13, en un lugar del barrio Las Independencias. EL propósito era concretar un cese de hostilidades entre las organizaciones delincuenciales enfrentadas, a cambio de ayudas oficiales para los miembros involucrados a título de “inversión social”. La conminación por la no concreción del cese a la violencia, fue perentoria: ¡la autoridad ingresaría al sector con el ejército inclusive!

No he dejado de cavilar en el asunto. No recuerdo ningún alcalde de Medellín que en los últimos 20 años se haya reunido, personalmente, con miembros de los combos o bandas para concertar su desactivación. Sí lo han hecho las administraciones a través de consejeros o asesores de paz y convivencia. El resultado son múltiples pactos de no agresión o mesas barriales de buena voluntad, cuyos resultados pueden ser positivos en el momento, pero sin sostenibilidad en el tiempo y en el espacio. Los muchachos reciben unos recursos y atenciones por parte del Estado a nivel local, pero luego vuelven a reincidir o los que sí cumplen los acuerdos, rápidamente son reemplazados por otros que ingresan a la criminalidad. El círculo vicioso se alimenta y reproduce. El mensaje que se le da a la sociedad y, de manera particular, a los jóvenes no problema que son la inmensa mayoría, es que delinquir SÍ paga.

La ciudad está en mora de hacer una evaluación seria de las experiencias tenidas en este campo, particularmente la más reciente: El programa Jóvenes en alto riesgo, que implica una cuantiosa erogación para el Municipio que termina en los bolsillos de cerca de 1.200 muchachos y cuyo impacto no se siente – lo que ocurre hoy es la mejor muestra-. Ahora bien, no encuentro la justificación constitucional o legal para que la administración pública, a cualquier nivel, negocie con la delincuencia común –para hacer alguna distinción de la guerrilla o el paramilitarismo, con quienes sí hay herramientas jurídicas para concertar- en aras de su apaciguamiento sin someterse a la autoridad o a la justicia. Desde la gobernación de Antioquia, en el periodo anterior, siempre nos dimos contra la pared para encontrarle una salida jurídica a la posibilidad de desactivar las bandas y combos en municipios como Bello e Itaguí, desorientadas ante la desmovilización de los jefes paramilitares que actuaban como reguladores de su actividad. El gobierno nacional siempre nos respondió que no había camino jurídico para hacerlo. Pero, desde hace cerca de dos décadas las municipalidades de estas localidades, incluido Medellín -con la venia o no del gobierno nacional- han encontrado la argucia o el esguince para sentarse en la misma mesa con sectores delincuenciales a cambio de favorecimientos presupuestales.

Una semana después de la reunión del barrio las independencias del 20 de agosto, la ciudad conoció, desde otro lugar de la comuna 13, el plan operativo y social de las autoridades locales contra la inseguridad en Medellín. Se trata de una propuesta coherente, seria y bien pensada, digna del apoyo de toda la comunidad. Allí se enuncia que “se ampliarán los programas para jóvenes que elijan la legalidad”. Suena bien, pero ¿sí será justo con el resto de jóvenes que venciendo las tentaciones de ingresar a la delincuencia organizada, siguen esperando las esquivas oportunidades de la mano del Estado?

Otra incertidumbre: negociar con cada banda o combo de Medellín, parte del reconocimiento de que lo que ocurre en la ciudad es una confrontación o disputa por el control territorial y de actividades ilícitas, entre mini organizaciones delincuenciales que actúan como ruedas sueltas. Muchos piensan otra cosa: en Medellín existe una confrontación entre estructuras fuertes, centralizadas, con cobertura más allá de los barrios y las comunas, que tienen a su servicio a buena parte de las bandas y los combos, que deben “consultar” más arriba sus acciones. Es como si el gobierno nacional se pusiera a negociar con cada cuadrilla, frente o bloque de las Farc, a sabiendas que hay una estructura piramidal que parte desde el secretariado. Por lo menos, el desgaste es mucho mayor.

PD: Jorge Ceballos es un gran ciudadano y funcionario con importantes resultados, desde la dirección de derechos humanos de la Personería de Medellín. No hay motivo alguno para que su renuncia que sabemos no fue espontanea, sea aceptada. De ser así, pierde la administración pública, pierde la decencia de la política y perdemos todos.